El ilusionista

Arribó a la Ciudad de Buenos Aires en el 2015 acompañado de un grupo de amigos. Marcos, Niky, Eugenia, Luis, Larreta, Gabriela, Lilita y otros más fueron engrosando el grupo.

Mientras Larreta se hacía cargo de manejar los hilos en la Ciudad, Mauricio se dedicó a perfeccionar el arte del ilusionismo y la hipnosis colectiva.

Después contrató a un sociólogo español, necesitaba tener un perfil de la sociedad; saber cuáles eran sus apetencias, su modo de vida, sobre todo de la clase media y media alta; cuál sería la posición de los grupos económicos cercanos al poder ante una contienda electoral.

Trató de ver la situación del conurbano, qué podría ser negociable con los municipios y gobernaciones. Su resultado fue guardado bajo siete llaves.

El otro contrato fue un asesor de campaña que, con los resultados estadísticos del perfil social, diseñó un plan para ganar. Simplemente ganar el poder por el poder mismo.

El plan era sencillo: recorrer, timbrear, mostrarse humano, prometer un cambio, utilizar las redes comunicacionales. Se convirtieron en especialistas en denostar cuanta acción hiciera el o los adversarios.

Posicionado en el centro de un escenario redondo, la ilusión comenzaba a hacer el efecto buscado. El paso siguiente era prometer sistemáticamente la mentira, como verdad:  en mi gobierno “Se priorizará la educación, la justicia, la transparencia, el trabajo de calidad, la ciencia, la técnica, la investigación”. “Se cuidará a nuestros adultos mayores”. “La industria será gravitacional”. “Ningún trabajador deberá pagar impuesto a las ganancias”. “La inflación no será un problema en mi gobierno”.

Jaime le dijo seguí así, después que ganes puedes hacer lo que quieras. Así lo hizo.

Ayudado por las grandes corporaciones, sumada la indiferencia de gran parte del pueblo, los medios aprovecharon y generaron lo que luego se llamaría grieta para colocarlo en la cima del poder en el 2015. Así se inicia el camino de la persecución al que no piense lo mismo, echar culpas a cualquiera, hablar de pesada herencia y agrandar la deuda del país a costa del pueblo. Patear hacia adelante los problemas, sin resolverlos.

El repite la mentira, tiene que hacer creer que es una verdad que él mismo cree. Se metió dentro la ilusión. La idea neoliberal le da empoderamiento e impunidad. Maneja la justicia a su medida y al que se oponga; persecución, proceso, cárcel. Si es juez, destitución. Mantiene el objetivo electoral enlodando adversarios o haciendo creer que la vuelta a lo anterior empeoraría todo, “sería el apocalipsis”.

La indiferencia y  el disciplinamiento al pobre, genera más pobreza aun. El trabajador pierde su trabajo, junto con su dignidad. Los expulsa del sistema, aumentan las tarifas, los alimentos y servicios. Pero, también aumenta el hambre.

Mientras recibe con pleitesía genuflexa a los reyes de España, olvida el 24 de marzo, los 30.000 Desaparecidos, la reivindicación de los Derechos Humanos.

No les dijo a los reyes que pidieran perdón por los pueblos originarios. Se enfurece ante la tropa propia afirmando “estoy caliente de que me mientan”. Una actuación para no reconocer su propia mentira.

Dice que hay que aguantar, que no hay mayor obscuridad que un minuto antes del amanecer. Vuelve a mentir, no hay mayor oscuridad que tener trece millones de pobres, dos millones de indigentes, hambre y más hambre. Ocultó 44 muertos en el fondo del mar, con total indiferencia expresando “el mar es tan grande y el submarino tan chico”.

Quiere terminar de quitarle a los pueblos originario el resto de su tierra, su dignidad, su cultura. Su esbirra manda fuerzas a reprimir; matan a Maldonado, a Nahuel. Disfrazan sus muertes y una vez más crean la ilusión, “están llevando seguridad”.

El ilusionista quiere seguir otro período, para darle más riqueza a los ricos. El pueblo clama diariamente en las calles ¡Ya no más… ya no más, tú turno va llegar! ¡Vas a conocer, al Movimiento Popular! 

El pueblo no se rinde.