Hugo y Tantor se conocieron al empezar el tercer año del colegio secundario en el turno noche. Concurrían al colegio que estaba en Valentín Gómez, entre Anchorena y Jean Jaures. Tantor venía del año anterior y Hugo se sumó ese año, venía de otro.
Los dos eran corpulentos, salían al finalizar el horario y caminaban hasta Plaza Once donde tomaban el mismo ramal de colectivo que los dejaba: a Tantor en Parque Patricios y a Hugo en Villa Soldati.
Con el paso de los días fueron encontrando afinidades y se empezó a generar una amistad.
Una de las paradas habituales era en Banchero Once, donde era de rigor pizza con fainá y moscato. Charlaban de sus cosas, costumbres, trabajos. Hugo era linotipista y Tantor manejaba un camión de reparto de agua mineral. A veces paraban en la Pizzería Richmond en la recova, famosa por sus empanadas fritas con memoria ya que las repetías toda la semana.
Hugo era fanático de Racing. Cuando salió campeón fué con camiseta y un chupete gigante colgando del cuello vivando al equipo. Le llamaron la atención varias veces por eso.
Un día salieron caminando hasta Pueyrredón, doblaron hacia Once y a los pocos metros, tres que pasaban les gritaron mono. Hugo se dió vuelta y al que lo dijo le dió un golpe a puño cerrado por el que cayó sentado. Otro se abalanzó y Tantor le pegó a mano abierta haciéndolo caer sobre el otro. Hugo le preguntó al tercero si tenía algo para decir y éste, en silencio, se dedicó a ayudar a sus compañeros.
Hugo y Tantor se dieron vuelta y continuaron su camino
Tantor le preguntó a Hugo —¿Por qué le pegaste?—
—¿No escuchaste lo que dijo?— dijo Hugo.
—Si, pero si le das bola a cualquiera que diga estupideces vas a vivir peleando.— le respondió Tantor.
—Vos Tantor me decís: ¿Por qué le pegaste al otro? — preguntó Hugo.
—Porque te iba a pegar a vos y eso no lo podía permitir— respondió Tantor.
—Te lo agradezco, pero ¿Por qué le pegaste con la mano abierta? Le quedaron los cinco
dedos marcados— comentó Hugo.
—Mi intención era pararlo, no lastimarlo.— aseveró Tantor.
—Bueno, si pegás así con la mano abierta, no quisiera ver lo que podés hacer con el puño.— sonrió Hugo.
Concluída la trifulca y la conversación decidieron ir a la pizzería, esta vez se cambió el
moscato por una cerveza.
Tomaron el colectivo y charlaban en el camino. Hugo le preguntó —¿Te vendrías el sábado
a comer al mediodía a casa?—
—Bueno, pero decime cómo llego.— le dijo Tantor.
—Esta línea finaliza a una cuadra de mi casa. Te espero en la parada a las doce, si te parece bien.— le comentó Hugo a Tantor.
Pasó la semana y el Sábado, como habían acordado, Tantor viajó a casa de Hugo. Él lo esperaba en la parada como habían quedado.
Hugo le contó que una cuadra a la izquierda estaba la llamada Villa Cartón. Eran gente de trabajo y había también de los otros, lamentablemente estaba empezando a correr la frula o falopa.
Caminaron una cuadra y media y a la derecha, en un esquina, vivía Hugo con su familia.
Allí estaban la madre, las tres hermanas, un hermano de nueve años y el padre, hombre corpulento y bonachón. Hugo presentó a Tantor como un amigo de la secundaria y
al padre le agregó —es de los tuyos, repartidor de aguas y gaseosas. A lo que Don Antonio respondió —trabajo en Coca-Cola hace más de treinta años—.
Transcurría el almuerzo cuando de pronto escucharon frenadas y golpes de chapa, inmediatamente salieron a la puerta. Habían chocado un colectivo y una camioneta.
El conductor de la camioneta se bajó de la misma con el matafuego en la mano y sin mediar
palabras, rompió cuanto vidrio, ventana y puerta encontró en el colectivo. El chofer del colectivo bajó con el monedero metálico en su mano, le asestó un golpe en el
rostro con al conductor de la camioneta. De las heridas provocadas emanaba abundante sangre y la pelea continuó hasta que llegó la policía.
—Hugo, ¿Por qué nadie se mete a separarlos?— preguntó Tantor.
—Mirá, cuando hay pelea, nadie se mete. Por lo general alguno saca un cuchillo o arma y termina herido alguien que no tenía nada que ver.— le respondió Hugo.
En Villa Cartón ante la duda primero pegan, después preguntan y si se equivocaron piden disculpas. Así fue que entraron nuevamente a la casa y Don Antonio le comentó a Tantor —Me quiero mudar de acá, éste no es lugar para vivir.—
Por la tarde luego de tomar unos mates Hugo acompañó a Tantor a la parada.
—Nos vemos el lunes en el colegio, buen fin de semana.— le dijo Hugo a Tantor mientras este se subía al colectivo.
La amistad seguía creciendo y estaban ya en quinto año, extrañamente Hugo empezó a faltar a clase. Una noche volvió y al salir de clase fueron a tomar un café en un bar cerca de Pueyrredón y Cangallo.
—Mirá Tantor, los días que estuve faltando fueron porque nos mudamos. Mi papá alquiló una casa en Burzaco. Él siempre dijo que no era el mejor lugar para la familia donde estábamos. Pensó en mis hermanas y en mi hermanito y tomó la decisión. Desde la casa de Burzaco se me hace imposible llegar al colegio. Entre el laburo y el viaje llego
a casa a las dos de la mañana y encima de la estación del tren a casa hay ocho cuadras.— le dijo Hugo.
—Hugo, vernos vamos a seguir haciéndolo aunque sea los fines de semana. Entiendo la preocupación de tu viejo, lo que importa es que termines los estudios. Si te animás a dar libre lo que falta, te ayudo en lo que sea— le dijo Tantor con sinceridad.
—Si podés, el fin de semana, te espero en casa. Te anoto la dirección. Igual es fácil, al bajar en la estación, agarrá la calle que da a la misma y son ocho cuadras para arriba lado este.— le explicó Hugo.
—Saludá a la familia! Nos vemos el Sábado.— se despidió Tantor.
Ese sábado Hugo se dirigió hacia Burzaco. Llegó e hizo el recorrido que le había indicado Tantor. Encontró la casa y batió palmas para avisar que había llegado.
Al rato, aparece la hermana mayor de Hugo y lo hace pasar. Al ingresar Tantor a la casa ve que Hugo y el resto de la familia se pusieron contentos.
—Traje carne para un asado si no se ofenden— dijo Tantor.
—Esta noche lo hacemos, ahora sentate que hay milanesas con puré.— le replicó Hugo como quien canta 33 de mano.
Almorzaron con una extendida sobremesa. Luego, ambos amigos, salieron a caminar. Charlando Hugo le contó que su madre estaba agravando su enfermedad —Pesa más de doscientos kilos. Tiene un problema glandular, pero también se fueron comprometiendo otros órganos, es cuestión de tiempo.— le dijo Hugo a Tantor con resignación.
—¿No hay nada que pueda hacerse?— le preguntó Tantor.
—Lamentablemente no.— dijo Hugo.
—¿Tu viejo cómo está?— le dijo Tantor a Hugo.
—Nosotros lo contenemos todo lo posible, pero está destruido. Su esposa, que crió a sus cinco hijos a pesar de su enfermedad, se le está yendo.— le dijo Hugo con tristeza.
—Hugo, me parece que mi presencia para ustedes en este momento debe ser molesta,
no sé como ayudarte.— le dijo Tantor con honestidad.
—Mirá Tantor, simplemente con haber venido ya estás ayudando. Mi mamá te aprecia
desde que te conoció y ella se alegró con tu presencia, quedate a dormir si querés.— le dijo Hugo.
Por la noche prepararon el asado, fueron los novios de dos de las hermanas y una
amiga de ellas que perseguía a Hugo para noviar, pero él se negaba. Cenaron y charlaron hasta las tres de la mañana y esa noche Tantor durmió en el diván.
Luego del almuerzo y la sobremesa Tantor dijo— me voy antes de oscurezca.—
—Te acompaño.— le respondió Hugo.
Tantor saludó y agradeció a todos prometiendo volver.
El viernes siguiente Hugo llamó desde un teléfono público a casa de Tantor para informarle
que su madre había fallecido. Temprano, en el primer tren del día, Tantor viajó a Burzaco.
La casa y su gente estaban cubiertos por un manto de tristeza. Había cumplido el último deseo de la madre, la cremación.
En la casa estaba la familia y compañeros de trabajo de Don Antonio. Tantor no habló,
simplemente abrazó a cada uno de la familia.
—¿Hugo en qué puedo ayudarte?— le dijo Tantor.
—Te agradezco Tantor, pero tengo temor por papá. Está destrozado, ya se jubila y estar solo en esta casa le va a hacer peor.— le dijo Hugo con preocupación.
Dos semanas después Hugo lo llamó para contarle sobre el deceso de su padre, había fallecido hacía dos días. Tantor tardó una semana en recomponerse de tanta mala noticia sobre gente que apreciaba tanto.
Volvió a la casa de Hugo justo el día en que había una reunión familiar.
Tantor le dijo a Hugo —Mejor me voy, la reunión es íntima, yo estoy de más.—
A lo que Hugo le respondió — ¡Quedate! ya está todo decidido.—
La hermana más grande se fue a vivir con su pareja a la Capital; la que le seguía en edad
había decidido radicarse en Mar del Plata con el novio que trabajaba de mecánico y le había surgido una oportunidad laboral. La menor iría también con su novio, al principio iría con una de sus hermana hasta poder conseguir un lugar para vivir.
Finalmente Hugo aceptó a la que lo persiguió tanto tiempo para noviar y también decidieron probar suerte en la costa. Él, con su oficio, podría ubicarse laboralmente muy rápido.
—Tantor, es una decisión dura alejarse de ciertos arraigos, pero también es necesario. Me invade una sensación ambivalente, tristeza porque se van y alegría por su elección de nuevos horizontes —le dijo Hugo.
El recuerdo ya no será Hugo y Tantor; sino Hugo, Tantor y familia. Se abrazaron entre todos. Sólo el tiempo dirá cuando se volverán a encontrar.
—¿Puedo pedir una cosa Hugo? ¿Por qué no nos despedimos con una sonrisa que quede en nuestra memoria?— le dijo Tantor.
Y así la tristeza se convirtió en risa.
Tantor terminó el secundario, ingresó a la facultad y ellos no volvieron a verse.