Hugo y Tantor

Hugo y Tantor se conocieron al empezar el tercer año del colegio secundario en el turno noche. Concurrían al colegio que estaba en Valentín Gómez, entre Anchorena y Jean Jaures. Tantor venía del año anterior y Hugo se sumó ese año, venía de otro.

Los dos eran corpulentos, salían al finalizar el horario y caminaban hasta Plaza Once donde tomaban el mismo ramal de colectivo que los dejaba: a Tantor en Parque Patricios y a Hugo en Villa Soldati.

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Una noche regresaron al Abasto

Una noche en agosto del año 2017, la ciudad se mostraba con pocos caminantes. Algunos lo hacían rápidamente, regresaban de sus trabajos. El frío obligaba a cubrir parte se rostro con bufandas. Otros, lo hacían en forma más pausada, mirando locales de venta,de ropa, de comidas rápidas.

El barrio de Once, más precisamente en la calle Corrientes entre Anchorena y Jean Jaures, tenía un lugar histórico: el Mercado de Abasto, al que una noche volvieron el polaco y el narigón, Enrique.Venían recordando aquel mercado con una intensa vida, movimientos de camionetas estacionadas una al lado de otra sobre Anchorena, sobre Corrientes. También el movimiento de personas descargando y acomodando los productos en las góndolas, que luego los minoristas comprarían y volverían a cargar para llevarlos a verdulerias.

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La sombra del muerto

Los días en la localidad   de San Martín, tenían un movimiento muy intenso. El espacio céntrico, con gran afluencia de personas que a paso ligero se dirigían hacia las paradas de las múltiples líneas de transporte con las cuales podrían llegar a su casa, o sus trabajos, de acuerdo a las horas observadas. Los locales de venta de comida estaban llenos de gente que, al regreso de sus trabajos se proveían de alimento, que se ofrecían a precios económicos por medio de ofertas. La calle Mitre, entre San Lorenzo y 18 de diciembre, era la zona de mayor cantidad de paradas de colectivos; la gente se movía como hormigas en las mismas.

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La lenta agonía de dos hermanas

La década del setenta las tomó desprevenidas.

Venían sucediendo hechos que ponían a prueba su actitud y perseverancia; los cambios producidos en sus vidas en corto tiempo, en su entorno, vivían en un país de gente impredecible.

En los años 1973 y 1974, con más apoyo de la gente volvieron al lugar que habían dejado. Fueran donde quisieran, las reconocían y abrazaban tan fuerte que se sonrojaban. Todos expresaban alegría.

¿Cuál era el misterio o el encanto de estas hermanas por su regreso?

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Noches compartidas

Transcurría la década del setenta, un grupo de estudiantes de diferentes

Universidades se reunía en el bar La Perla de Once, muy concurrido por cantantes, militantes políticos, gente de paso.

Ocupaban las mesas, siempre al fondo a la izquierda, sobre la calle Jujuy. El ambiente tenía días de discusiones muy acaloradas entre los militantes. Los cantantes también. Razón de que algunos decidieron buscar otro lugar.

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El portón metálico negro

Cada día, en mi nueva tarea de hacedor de luces, recorría las calles. Salía a diferentes horas, dado el cambio de estaciones del año. Al concluir la tarea y luego de cenar, me recluía en mi habitación. La noche, con su silencio, era un refugio para estudiar. Mi perro boby -un ovejero alemán- me acompañaba recostado sobre la cama, observando cada movimiento. A un costado de la cama, había una mesa, una silla, la biblioteca y algo de ropa colgada precariamente.

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El loco de la Chacarita

Habían pasado dos meses de mi operación y la recuperación venía con buena evolución, pero se hacía tedioso el mientras tanto. El televisor vomitaba noticias políticas todo el día. Las mentiras de unos, las opiniones de los otros hacían que haga zapping permanente. Entonces fue que me dediqué a leer.

Corría el verano y la temperatura se hacía por momentos intolerable. El pasto estaba pajizo, amarillento, muchas de las hojas se habían secado a pesar del riego. Durante el tiempo que reposaba, mi mente pensaba en montones de cosas, como si fuera una secuencia de tramos de películas. En uno de esos fragmentos se me ocurrió que sería interesante investigar sobre los mitos urbanos.

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El barrio también los atrapó

Una noche de carnaval en los barrios de Bañado de Flores, Boedo y Parque patricios,  los fantasmas que habían vivido esas fiestas  regresaron a festejar nuevamente. Se unieron viejos adversarios de San Lorenzo y Huracán  para rememorar aquellos carnavales, las rivalidades fueron dejadas de lado. Los fantasmas resolvieron,  como lo habían hecho antes,  volver a ser atrapados por el barrio y disfrutar desde  el sobrevuelo de las casas, del crecimiento y los juegos de sus hijos y nietos, también atrapados en la pertenencia al  barrio. Volvieron para disfrutar de hacer un baile en el club Riestra, otro en el viejo gasómetro de Avenida La Plata, invitando a sus viejos adversarios a  compartir  los bailes del azulgrana.

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