Vivimos en un país impredecible.
La mayoría de los habitantes ha bebido el vino del olvido.
Los mismos bebieron luego el vino de la esperanza.
Vendido oportunamente por un ilusionista.
Les vendió algo que está por venir, por medio de paradojas, anuncio verdades que eran mentiras absolutas.
Abdució, la educación, la salud, la ciencia, la técnica, la producción de las industrias, las pymes.
Degrada al trabajador, lo lleva a la indignidad. A más pobreza.
Pide más esfuerzo y confianza, que sigan bebiendo el vino de la esperanza.
El pueblo no puede vivir con algo que cada vez más se aleja.
Empieza a despertar, salir de esa obnubilación, ganar la calle, para doblegar el poder.
La lucha es el camino.
No dejemos que la incertidumbre generada por los medios nos domine.
Los pueblos que olvidan su historia, inexorablemente, la reiteran